🚀 Instrucciones para colorear el mundo (1)
Además de clasificar miles de animales y plantas, los primeros naturalistas se enfrentaron a un enorme desafío: describir con exactitud sus colores.
Buenos días, catacrockers:
Lo que os traigo hoy es un pequeño regalo. Una de esas historias que uno guarda celosamente durante años esperando el momento para contarla, de esas que tal vez un día den lugar a un libro. Pero he pensado que me apetece compartirla con vosotros ;)
Apurad la taza de café y vamos al lío.
1. El código de colores del Nuevo Mundo
En la primavera de 2016, durante una serie de visitas al Real Jardín Botánico de Madrid para conocer sus archivos y escribir sobre su maravilloso herbario, Esther García Guillén me mostró un cuadernillo de pequeñas dimensiones que guardan celosamente en sus instalaciones. Se trataba de un libro diminuto que sobrevivió a un naufragio y a varios viajes a través de océanos, selvas y cordilleras, una pequeña guía botánica que los expertos siguen estudiando hoy día con fascinación.
Una especie de llave maestra de la ilustración de plantas, el mejor conservado y más valioso de los códigos que sirvieron para colorear el mundo natural recién descubierto: la famosa “Carta de colores” de Tadeo Haenke.
La carta de colores de Haenke es un maravilloso catálogo de 16 páginas que sirvió al naturalista y botánico checo como paleta de referencia para pintar las especies que iba clasificando en su viaje por el mundo a bordo de la Expedición Malaspina (1789-1794).
Haenke lo llevó consigo en el tiempo que duró su accidentada y memorable aventura. Y digo “accidentada” porque el pobre Tadeo llegó a Cádiz cuando Malaspina ya había salido e inició una persecución por medio mundo que daría para una película de aventuras. Tras salir de Cádiz y cruzar el Atlántico en busca de Malaspina, naufragó en la embocadura del Río de la Plata. Partió entonces a toda prisa de Montevideo y llegó de nuevo tarde a Buenos Aires, de donde habían vuelto a partir sin él las fragatas de la expedición, Descubierta y Atrevida.
Muchos meses después, Haenke se unió por fin a Malaspina en Valparaíso (Chile), tras haber cruzado los Andes a pie y sin dejar de documentar las especies que se encontraba en el camino.
¿Y el cuadernillo? Aunque Haenke aseguró en su correspondencia que había perdido toda la documentación en el naufragio del Río de la Plata, hoy los especialistas están seguros de que llevaba la carta de colores consigo y que, de alguna manera, se las apañó para nadar hasta la orilla sin que se estropease del todo (aunque sí presenta señales de haberse mojado).
… y recorrió el Globo con él desde Bolivia y Chile hasta California, Alaska y Australia, antes de llegar finalmente a la Colección Real Española en Madrid en 1820.
Pero por si la historia no fuera suficientemente alucinante, resulta que no es el único documento valioso dentro de la carta. El cuadernillo contenía en su interior un pequeño anexo que se consideraba perdido y que no fue identificado hasta 1997: otra carta de colores anterior y más breve, realizada por el ilustrador austriaco Ferdinand Bauer, el naturalista que llevó la técnica de numerar los colores a su máxima expresión.
2. Bauer, el maestro de los colores por números
El análisis de los pigmentos realizado por un equipo internacional de especialistas, ha confirmado recientemente que con toda probabilidad el catálogo de las hojas centrales perteneció a Ferdinand Bauer, quien los entregó a Haenke en Viena, donde ambos estudiaban en el círculo de Nikolaus Joseph von Jacquin.
Bauer se convirtió más tarde en uno de los ilustradores botánicos más valorados de su época, especialmente por sus trabajos con las especies animales y vegetales de Australia. Fue él quien más utilizó el método del código de colores en sus trabajos: para evitar la incomodidad de usar las pinturas sobre el terreno, Bauer anotaba únicamente el número correspondiente a cada color en cada una de las partes de la planta y terminaba el trabajo en el estudio. Un método, el de "pintar por números", que ya se conocía desde los tiempos de Durero, pero que Bauer explotó con especial maestría.
Según el especialista que mejor ha estudiado su obra, David J Mabberley, Bauer tenía tal capacidad para recordar y registrar el color que probablemente no necesitara el cuadernillo con el código y lo conocía de memoria:
"Bauer puede haber tenido la capacidad de recordar los colores de la misma manera que un músico recuerda las notas"
En la página web del libro escrito por Mabberley, “Painting by numbers”, tenéis mucha más información sobre el personaje y algunos ejemplos de bocetos con los números y pinturas con el resultado final, donde se entiende mejor cómo trabajaban estos genios
Aquí unas setas con los códigos de colores anotados sobre el terreno:
Y aquí después de traducir los números a colores, ya tranquilamente en el estudio:
La web sobre su trabajo es una gozada, os dejo aquí otro par de muestras de lo que allí podréis encontrar. Aquí, por ejemplo, una ilustración de un espécimen de Solanum bauerianum, una planta hoy extinguida descrita por él:
Y aquí un precioso ejemplo del pez león colorado (Pterois volitans), antes y después del coloreado por números de Bauer:
¿Aún no os ha hecho la cabeza catacrocker? Pues mañana os hablaré de los catálogos de colores que los naturalistas utilizaron para pintar insectos, pájaros y hasta el cielo, y del cuadernillo que llevaba Darwin a bordo del Beagle 😬 🤯
*ACTUALIZACIÓN: Ya puedes leer la segunda parte de esta entrada
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Antonio Martínez Ron, periodista científico y escritor
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Para mi es como ver una tablatura para guitarra en la que en tu mente va sonando la melodia de la cancion. Asi debió ser para ellos cuando perfeccionaron ese arte del codigo de colores por numeros. Genial artículo para empezar el dia !
El pintor Seurat se equivocaba, por tanto. Pintaba con puntos, sí, pintaba cada punto de un color, sí, componía imágenes con ellos, pero no conocía la teoría del color.