🚀 Instrucciones para colorear el mundo (2)
Seguimos conociendo el método que usaron los primeros naturalistas de describir y pintar las especies con sus verdaderos colores.
Buenos días, catacrockers
Seguimos con la historia de los naturalistas que se las ingeniaron para reflejar de forma fiel los colores del mundo natural durante las primeras expediciones. En el boletín anterior os hablé de la carta de colores de Tadeo Haenke y el talento de Ferdinand Bauer para pintar con números. Si por lo que sea llegas aquí sin haberlo leído, te aconsejo que antes te pongas al día.
Vamos ahora con el resto de la historia ;)
1. Cómo colorear un insecto
Los primeros sistemas para clasificar el color, lo que a veces se llama coloquialmente los “primeros Pantones”, datan del siglo XVII. De alguno de ellos, como el “Tratado de los colores en acuarela” de A. Boogert, 1692, ya os hablé alguna vez en Fogonazos.
Este y la “Tabula Colorum Physiologica”, de Richard Weller, en 1688, son los dos ejemplos más famosos de intentos de clasificación del color, los primeros catálogos sobre tonalidades y su asociación con objetos naturales.
Pero el mayor salto en este terreno llegó en el siglo siguiente. Fue entonces cuando el inglés Moses Harris se basó en los trabajos de Isaac Newton sobre la luz y el color para elaborar su famosa rueda de colores en la que pretendía reflejar todos los tonos que “se ven en el arcoíris y son refractados por un prisma”.
Tras la publicación de su libro "The Natural System of Colours"(1766), y siguiendo la estela de pintores notables como August Rösel von Rosenhof, Harris comenzó a utilizar aquella primera sistematización del color (como la que Linneo haría con las especies) para sus dibujos de insectos.
Movido por este espíritu de clasificación, Harris publicó el que puede considerarse como uno de los primeros esquemas de color natural, que pinta y describe así:
En las descripciones, he hecho uso de los términos con respecto a los colores y tintes que pueden servir mejor para transmitir una idea adecuada de los colores de los insectos descritos; pero como estos términos son poco conocidos excepto por los pintores, he dado, en un pequeño esquema adjunto, una especie de sistema que contiene una variedad de setenta y dos colores diferentes […] Cada tinte está numerado, y las cifras se refieren a un catálogo que sirve como un índice para mostrar el nombre apropiado para cada uno.”
Estaba creando un “manual de instrucciones para colorear insectos” en toda regla, antes incluso de que Haenke y Bauer aplicaran el sistema de números al color de las plantas.
2. La tabla de colores de Darwin
Un siglo después, y como todo naturalista que quisiera ser riguroso y certero, Charles Darwin llevó consigo su propia guía de colores a bordo del Beagle. En su caso eligió uno de los libros más populares de su época, la conocida como “Nomenclatura de colores de Werner”, en la que se recogen de forma exhaustiva cada uno de los diferentes tonos con un ejemplo de color en animales, plantas y minerales.
En sus diarios, Darwin cita de vez en cuando alguno de los colores de esta voluminosa guía cuando reconoce alguna criatura o encuentra una nueva especie. En este estudio se citan algunos ejemplos:
En 1832, Darwin ya estaba usando la segunda edición de la Nomenclatura de Werner, ya que en una carta a Henslow describió el color de un sapo como negro tinta (color estándar 22), rojo bermellón (color estándar 85) y naranja beige (color estándar 77). […] Además, en su cuaderno de campo del Beagle de 1835, Darwin registró el color de una serpiente como amarillo prímula, el color estándar número 63.
Como veis, para estudiar la naturaleza hay que tener en cuenta muchos pequeños detalles.
3. Manual para colorear un pájaro
La nómina de personajes obsesionados por establecer el catálogo definitivo de colores en las décadas posteriores es muy extensa, empezando por los libros de Milton Bradley (el fundador de MB Juegos, quien llevó estos conocimientos del color al público infantil) y siguiendo por Robert Ridgway, un ornitólogo del Smithsonian, quien publicó una “Nomenclatura de colores para naturalistas” en 1886 y una versión actualizada en 1912, y se centró en especial en describir con detalle los matices de los colores de los pájaros.
“La nomenclatura de los colores sigue siendo vaga y, a efectos prácticos, sin sentido, lo que impide seriamente el progreso en casi todas las ramas de la industria y la investigación”, escribió Ridgway en 1912. También criticó los nombres comerciales confusos como “zulu”, “verde serpiente”, “azul bebé”, “humo de Londres” o “aliento de elefante”, pero su sistema tampoco prosperó en la comunidad científica, entre otras cosas porque los pigmentos elegidos para sus libros cambiaban con la exposición a la luz o la humedad. Pero nos dejó unos libros preciosos, eso sí ;)
4. Cómo atrapar el cielo
Por último, en una categoría diferente, pero no menos interesante, jugó el naturalista suizo Horace Bénédict de Saussure, quien en 1787 ascendió hasta la cima del Mont Blanc provisto de un curioso dispositivo con el que medir el color del cielo. El conocido como “cianómetro” estaba pensando para poder determinar con precisión científica hasta qué punto el azul del cielo se oscurecía a medida que se ganaba altitud.
Aunque todos tenéis en la mente el precioso cianómetro circular, no todos saben que esta versión la desarrolló unos años después y que en 1787, cuando subió a los 4810 metros del Mont Blanc, portaba consigo una versión primitiva y más modesta, con solo 16 tonos, que hoy se conserva en el Museo de Historia de las Ciencias de Ginebra. Si os fijáis, podía mirar el cielo a través de los cuadrados vacíos y quedarse con el tono que más se pareciera:
Unos años después, Saussure dio al cianómetro su forma circular definitiva con 53 colores y el dispositivo se convirtió en un símbolo de la carrera por comprender los secretos del cielo. En 1802 Humboldt y Bonpland ascendieron al Chimborazo con un cianómetro y unas décadas después Henry David Thoreau echó de menos tener uno a mano para poder calibrar los cielos que admiraba. Hoy en día, más que un instrumento científico, ha quedado como curiosidad de uso recreativo, pero sigue siendo un objeto fascinante, que resume bien la carrera por clasificar la naturaleza por colores.
A diferencia de Haenke y el resto de naturalistas, Saussure no estaba intentando pintar ni clasificar los cielos, sino de responder a una pregunta fascinante: ¿por qué el cielo es azul y de qué está hecha la atmósfera? Una historia que os cuento con más detalle en…. ¡adivinad! … ¡un libro que se publica el próximo 16 de febrero! 😅
No diréis que no me he currado la publicidad subliminal. Espero que os hayan gustado estos dos boletines sobre los colores independientemente de que hayáis reservado ya una ejemplar de “Algo nuevo en los cielos”, que me daría mucha alegría 😘
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Antonio Martínez Ron, periodista científico y escritor
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Me hace recordar en una clase de Hidrologia que el profesor nos habló de un sistema para medir la nubosidad que consistía en dividir el cielo observable en hexágonos llamados "octas" y ver cuantos de ellos presentaban nubosidad. En su momento me pareció un poco soberbio tratar de dividir la naturaleza en partes arbitrarias y asignar discretizaciones a algo tan caótico como el cielo y el clima! Pero después de leer este post , veo que es cuestión de rigurosidad para tratar de entender algo tan complejo como la naturaleza.