Buenos días, catacrockers:
Algunas de mis historias favoritas en ciencia son aquellas que ponen patas arriba lo que creíamos hasta ahora y demuestran que estábamos equivocados, especialmente si la causa es uno de los muchos sesgos con los que estudiamos la realidad. Al reconstruir el pasado, por ejemplo, tenemos la costumbre de pensar siempre desde el punto de vista de los hombres y casi siempre de individuos adultos. Hoy me quiero centrar en este segundo aspecto: la tendencia a olvidarse de los individuos más jóvenes a la hora de recomponer el mapa de la realidad. Y lo haré con tres pequeñas historias. Vamos allá:
1. ¿Dónde estaban los dinosaurios pequeños?
En el año 2009 tuve la suerte de hablar con el prestigioso paleontólogo Jack Horner, a propósito de una revolucionaria hipótesis que hizo pública a partir de sus estudios. Horner aseguró entonces que “un tercio de las especies de dinosaurios nunca existió” y que una buena parte de los fósiles hallados hasta ahora han sido catalogados como especies cuando en realidad eran solo ejemplares en etapas juveniles no identificados como tales. “Se ha puesto nombre a demasiados dinosaurios sin tener en cuenta el crecimiento”, me dijo. “Hay que tener en cuenta que los dinosaurios cambian de forma radical a medida que crecen y que cambian muy tarde. Y que la etapa juvenil es muy diferente de la adulta, a pesar de que los juveniles son de un gran tamaño”.
Según Horner, la tendencia de los científicos a querer nombrar especies y de los museos a mostrar individuos adultos, provocó la paradoja de que en muchos grupos de dinosaurios apenas se encontraran fósiles de individuos jóvenes. “¿Dónde estaban los dinosaurios pequeños?”, se preguntó. En realidad, asegura, solo había que mirar los fósiles con más detenimiento. Según su trabajo, el conocido como Nanotyrannus no es más que un tiranosario que no había alcanzado la madurez, el conocido hasta hoy como Diceratops es en realidad un triceratops en fase juvenil y Stygimoloch y Dracorex son etapas juveniles de Pachycephalosaurus. Aunque la hipótesis aún está en discusión, y muchos paleontólogos defienden que se tratan de especies distintas, los argumentos que Horner ofreció en una charla posterior merecen que les dediquéis unos minutos, porque son muy estimulantes:
Aquí con subtítulos en castellano: https://www.ted.com/talks/jack_horner_where_are_the_baby_dinosaurs
2. ¿Dónde están los juguetes prehistóricos?
Todavía más interesante, a mi juicio, es la hipótesis que lanzaron en 2018 Michelle Langley y Mirani Litster, dos arqueólogas australianas que se plantearon la siguiente cuestión: ¿y si muchos de los objetos que encontramos en los yacimientos arqueológicos y atribuimos a rituales adultos son en realidad juguetes de niños?
“Dado que los niños fueron un componente muy importante de las sociedades de cazadores-recolectores del pasado”, escribieron en el paper que publicaron ambos en Current Anthropology, “el hecho de que los componentes materiales de sus actividades se solapen tremendamente con artículos usados en rituales adultos debe ser considerado de forma rutinaria por los arqueólogos si queremos tener una comprensión robusta de las gentes del pasado por todo el globo”.
El asunto tuvo cierto eco en su momento, pero lo recordaba hace unas semanas Bridget Alex en un interesante artículo en la revista Discover - “Why Ancient Toys Are Elusive Artifacts” (Por qué los antiguos juguetes son artefactos escurridizos) - en el que planteaba este curioso dilema: cuando se encuentran pequeñas figuras humanas o de animales, ¿cómo sabemos si las usaban los adultos o los niños?
Hay muchos casos de juguetes bien identificados, como el hallazgo de figuritas de arcilla en un yacimiento nativo-americano de Arizona con 800 años de antigüedad en el que el análisis del tamaño de las huellas dactilares indicó claramente que eran manipulados por niños. Pero mi favorito son estas figuras hechas con palitos encontradas en un yacimiento de 2000 años de antigüedad en Norteamérica que al principio se consideraron objetos rituales. Juzguen ustedes mismos:
Otras veces, como sucede con los pequeños discos de hueso en los que aparece una figura animal y que han sido interpretados como antiguos “taumatropos” (una especie de antecedente del cine), los especialistas lo tienen crudo para interpretar si lo usaban los niños o los mayores, o ambos. Quizá no había una separación tan marcada y, como ahora, los adultos eran niños grandes que siguen jugando toda su vida.
3. ¿Quién pintó el arte rupestre?
Última estación y acabamos, que tendrán ustedes cosas que hacer.
Durante mucho tiempo se interpretó por defecto que las pinturas y huellas de las cuevas habían sido hechas por individuos adultos, casi siempre varones. Ahora, algunos trabajos empiezan a ponerlo en duda y muestran que muchas de estas marcas fueron hechas por mujeres o por menores. En 2011 escribí en Fogonazos una entrada sobre el trabajo de Jess Cooney, una arqueóloga de la Universidad de Cambridge, que ha descubierto que buena parte de estas marcas primitivas fueron hechas por niños. En la cueva de Rouffignac, en la Dordoña (Francia), Cooney ha identificado que algunas de las marcas fueron dejadas por una niña de cinco años, que viajó por toda la cueva dejando sus huellas probablemente a hombros de un adulto, lo que la convertiría probablemente en "la artista más joven y prolífica de la prehistoria".
Recupero un par de párrafos de aquel post:
“Las estrías realizadas por niños”, aseguran los investigadores, "aparecen en cada una de las cámaras de la cueva, incluso aquellas que están a unos buenos 45 minutos andando desde la entrada". Algunas de las huellas de los niños aparecen en la parte alta de las paredes y en los techos, lo que indica que debieron ser aupados por los adultos o fueron sostenidos en hombros para realizar la tarea. "Hemos encontrado marcas de niños de entre tres y siete años", aseguran, "y hemos podido identificar cuatro niños individuales comparando sus marcas”. […]
Sobre el significado de todas estas marcas en las paredes, los científicos poco pueden determinar. "No sabemos por qué la gente las hacía", aseguran. "Podemos cuestionarnos si se trataba de rituales de iniciación, un entrenamiento de alguna clase o simplemente algo que hacer en un día lluvioso". En cualquier caso, la imagen de un antepasado sosteniendo en hombros a su hija para que pintara con los dedos el techo de una cueva es una de las impresiones más fascinantes que podemos tener de nuestro pasado.
Que paséis un feliz lunes :)
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