🚀 Ojos extraviados, ojos encontrados
¿Fueron bizcos algunos grandes genios de la pintura? ¿Se puede dar la hora con la mirada? No puedes quedarte sin saberlo.
Buenos días, catacrockers:
Siento el retraso. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí, por haceros explotar la cabeza delante de la primera taza de café. Excelente. Vamos a ello ;)
1. Los ojos cruzados de Durero
De todas las cosas sobre Durero que cuenta Philip Hoare en su nuevo libro “Alberto y la ballena”, una de las más interesantes es la que tiene que ver con los ojos del pintor, que en varias ocasiones se representó a sí mismo con la mirada divergente.
Para Hoare, esa forma de representar los ojos es una elección del pintor, para indicarnos que él puede ver otras realidades. En la entrevista que le hice hace unos días en Madrid (y que podéis leer en Vozpópuli), me decía esto:
[Es] como si dijera “no soy realmente perfecto y lo que veo no es necesariamente la cosa real, porque tengo estos ojos torcidos. No te fíes del todo de lo que estoy haciendo”
Pero la cuestión es: ¿era un solo un truco o era realmente estrábico?
En un trabajo reciente sobre el posible estrabismo de Durero (The enigmatic strabismus of Albrecht Dürer, 2019) Frank Joseph Goes establece que solo en cuatro de sus 19 autoretratos aparece con la mirada “cruzada”, lo que apoyaría la hipótesis de que estaba forzando la realidad para transmitir un mensaje y no tenía ningún problema ocular.
Pero veamos el asunto con más detalle.
Para ver la evolución, he elegido cuatro retratos, desde la infancia hasta la vejez. El primero es un autorretrato pintado en 1484, cuando tenía 13 años; el segundo es conocido como Autorretrato con flor de cardo y fue pintado en 1493, con 22 años (quizá donde la divergencia es más evidente); el tercero es el famoso autorretrato del Museo del Prado (en 1498, con 26 años) y el último, el que pintó en 1522 casi al final de sus días.
Si os fijáis en los ojos de cada retrato, veréis que es como si los ojos se cruzaran y se descruzaran a lo largo del tiempo, aunque siempre conserva la mirada perturbadora.
Un hecho que ha llevado a algunos a defender que Durero no tenía ningún problema con los ojos es que ningún texto de la época lo menciona, y eso que llegó a ser un hombre inmensamente popular. Sin embargo, lo que inclina definitivamente a Frank Joseph Goes a pensar que Durero sí que tuvo estrabismo es el hecho de que es un rasgo que pudo heredar. Este es el retrato que le hizo a su madre en 1514:
Y dado que en los cuadros la condición va y viene, dice el autor del estudio de 2019:
El estrabismo de Durero era una forma hereditaria de estrabismo divergente intermitente. Los dibujos muestran que su madre estaba afectada por un estrabismo divergente.
¿Misterio resuelto? Bueno, yo no iría tan rápido, porque aún hay mucha tela que cortar en lo que se refiere a pintores presuntamente bizcos.
2. El misterio de los pintores estrábicos
A poco que uno busque un poco de información sobre el tema, se encontrará con un hecho sorprendente y poco verosímil: según algunas fuentes, muchos de los genios de la pintura, desde Leonardo da Vinci a Bronzino, Rembrandt o Degas, sufrían el mismo tipo de estrabismo.
Una de las hipótesis más extendida es que muchos de estos artistas sufrían una condición llamada exotropía, “una alteración ocular caracterizada por la desviación de los ojos hacia fuera”, lo que dificulta la visión en 3D pero podría ser una supuesta ventaja a la hora de pintar el mundo sobre un lienzo.
Pero en el año 2019 un equipo de oftalmólogos de la Universidad Johns Hopkins publicó un trabajo en la revista JAMA Ophthalmology en el que descartaban que se tratara de una forma de estrabismo y sostenían que estos pintores seguramente tenían un “ojo dominante”, una característica que hace que, al aproximarse mucho a un espejo, a uno le parezca que tiene los ojos mirando en diferentes direcciones.
Lo resumen así:
Cuando las personas con un ojo fuertemente dominante se miran de cerca en un espejo, como, por ejemplo, los artistas que se inclinan para obtener los detalles necesarios para pintar un autorretrato, pueden percibir que tienen exotropía incluso si eso no es cierto.
¿Explicaría esto el aparente estrabismo de algunos pintores y el caso de Durero sería la excepción? Yo no lo veo nada claro, pero no me digáis que no tiene miga el asunto ;)
3. El ojo mutante
Ya que estamos con los ojos, uno de mis asuntos favoritos, aprovecho para traeros otra curiosidad que descubrí recientemente. Resulta que el ojo de algunas rapaces cambia de color a lo largo de sus vidas. Vean:
El tuit me trajo a la memoria lo que sucede con las anguilas, que experimentan una transformación a medida que migran hacia el océano para reproducirse: “aumenta de tamaño para adaptarse a las profundidades por las que navega en su regreso al Atlántico”.
¿Cambian también la forma y color de nuestros ojos con la edad? Esto me trae a la memoria una imagen famosa. ¿Os acordáis de la chica afgana que fue dos veces portada de National Geographic?
4. Cómo dar la hora con los ojos
Última chiribita y siguen ustedes con sus vidas.
Resulta que, a falta de relojes, en el Japón medieval se desarrolló un sistema para saber la hora del día mirando a las pupilas de los gatos. 🤯🤯🤯
Como veis, a las horas de menos luz (comienzo y final del día) la pupila es más ovalada y se estrecha a medida que se aproxima el mediodía. El sistema es una tradición conocida como “neko no medokei”, sobre la que podéis leer más aquí.
Y lo dejo aquí que me he quedado sin espacio. No olvidéis compartir con otros la existencia de esta newsletter, para que sigamos creciendo.
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Antonio Martínez Ron, periodista científico y escritor
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