🚀 Sobre lapas, humanos y volcanes
Algunas reflexiones sobre la relación de las personas con el paisaje en el que habitan.
Buenos días, catacrockers:
Ya de vuelta de Naukas Bilbao (y con la sonrisa del reencuentro aún en la boca) me gustaría traeros un breve apunte sobre la erupción de La Palma, que desgraciadamente sigue sembrando la destrucción, y conectarla con un par de ideas que vengo pensando estos días.
Hoy quiero hablaros sobre la relación de las personas y el lugar en el que deciden pasar sus vidas.
1. Aferrarse al paisaje
A menudo las cosas que nos parecen más insignificantes e intrascendentes tienen una pequeña historia que contar. Una de ellas son las lapas (Patella vulgata), ese molusco al que vemos pegado a las rocas y en el que ni siquiera reparamos, porque parece formar parte de la propia geología. Pero sus vidas tienen una característica que me parece muy interesante.
Resulta que las lapas se aferran tanto al paisaje que terminan dejando una huella que a la vez es fundamental para su supervivencia. Si os fijáis en la imagen, junto a cada lapa individual se aprecian unas marcas circulares. Son las huellas que dejan estas criaturas al volver cada día al mismo sitio, como piezas de un puzzle que siempre debe estar colocado en un orden muy concreto. Como leo por ahí:
Las lapas se mueven sobre las rocas cuando la marea está alta, pero siempre regresan a su lugar favorito cuando baja, siguiendo el rastro de moco que han depositado. Este punto se desgasta por los bordes del caparazón y, finalmente, se crea una "cicatriz" muy clara en la roca. Esta 'cicatriz-hogar' ayuda a la lapa a adherirse mejor a la roca, evitando que se seque hasta que llegue la próxima marea.
De modo que, con cada regreso, las lapas van royendo la roca y mejoran esa fusión con el lugar fijo al que vinculan su existencia y al que vuelven una y otra vez para que el universo siga en orden.
Leyendo sobre este pequeño detalle durante el pasado verano - mucho antes de la erupción de La Palma - me venía a la mente la vinculación que tenemos los seres humanos con el territorio en que nacemos - a pesar de que hemos sido nómadas durante decenas de miles de años. Y no somos únicos. Es una vinculación muy parecida a la que tienen otros animales como los salmones o las anguilas, que vuelven a su lugar de origen como impulsados por un imán invisible y cuyo regreso a la casilla de salida forma parte de lo más esencial de su biología.
¿Qué misterioso pegamento unirá a los seres vivos al paisaje en el que nacen?
Estos días se leen muchos comentarios desafortunados sobre por qué los palmeros viven en las faldas de un volcán, como si las Canarias al completo no fueran resultado de la misma actividad, como si no hubiera millones de personas habitando zonas similares de la Tierra o mucho más extremas, como si desconocieran ese magnetismo con el lugar en el que naces, en el que están tus familiares, tu vida y tus recuerdos.
Hasta que un día la naturaleza decide ‘resetear’ tu paisaje y tu existencia 😰
2. Mazorcas en la lava
A propósito de estas marcas en la roca, me encuentro con este pequeño detalle que desconocía sobre la relación de algunas culturas y las erupciones. En los alrededores del algunos volcanes del continente americano se han encontrado fragmentos de lava solidificada que tienen impresiones de mazorcas de maíz y a las que los especialistas han bautizado como “corn-rocks” (algo así como ‘rocas de maíz’, con la curiosidad de que el corn-rock es también un género musical).
En un interesante artículo, el investigador Wendell A. Duffield, uno de los científicos que ha estudiado este tipo de rocas en varias culturas nativas de América, resume las pruebas que les han llevado a pensar que estas marcas se hicieron de forma consciente y no accidental y que formaron parte de una especie de ritual con el que quizá estos grupos humanos trataban de apaciguar la furia de los volcanes.
Un detalle muy guay es que los autores del artículo (“Lava, Corn, and Ritual in the Northern Southwest”, American Antiquity) viajaron hasta el volcán Kilauea en Hawái y soltaron varias mazorcas de maíz junto a lava caliente para ver cómo se podían conseguir aquellas impresiones, y concluyeron que los nativos debieron hacerlo en pequeñas bocas de lava llamadas “hornitos” en los que no se jugaban tanto el tipo.
Mirad la foto de la izquierda con detalle para ver la mazorca en el suelo y decidme si no es bastante loco:
Llegué a esta historia de las mazorcas ardientes a través de un artículo que habla sobre la capacidad de algunos pueblos de América de recomponer sus vidas tras una erupción (How a pyramid rose from the ashes of a colossal volcanic eruption, National Geographic). El texto se basa en un reciente descubrimiento: que una parte de las estructuras construidas por los mayas hace 1500 años en lo que hoy es el yacimiento de San Andrés fueron construidas con materiales piroclásticos de una tremenda erupción sufrida en la zona pocos años antes. (Ver: “Human responses to the Ilopango Tierra Blanca Joven eruption: excavations at San Andrés, El Salvador”, Antiquity)
En otras palabras, los mayas no solo se repusieron del cataclismo, sino que levantaron nuevas pirámides a partir de los cascotes volcánicos. Un ejemplo de lo que los chupiguays llaman hoy día “resiliencia” y que espero que sigan los amigos de La Palma.
3. No me seas “tontolava”
Por último, esta historia de los nativos acercando mazorcas a la lava invita a pensar que el magnetismo por las erupciones y las conductas un poco “suicidas” viene de lejos. Estos días hemos visto a reporteros y curiosos acercarse más de lo debido a las coladas del volcán en La Palma y me he acordado de una vieja historia que publiqué en 2013 (Lo que un tonto nos puede enseñar sobre la lava, Fogonazos).
En aquella ocasión hablaba del fotógrafo Kawika Singson, que se había viralizado con esta foto que era parte de un montaje:
En aquella entrada tenéis más datos sobre cómo provocó las llamas con un acelerador para aumentar el dramatismo y algunos enlaces sobre lo que puede suceder cuando cometes la temeridad de caminar sobre una colada de lava aún caliente. En cualquier caso, recordad que los indígenas que acercaban las mazorcas a la lava querían aplacar la furia del volcán, mientras hoy día alguno estará pensando jugarse la vida por intentar agradar a los “dioses” de Instagram.
Y no es exactamente lo mismo 🤦🏻♂️
Y hasta aquí mi pequeña “brasa” de hoy. Espero que os haya ayudado a empezar el día con el regustillo que deja el asombro, aunque lo del volcán de La Palma es una gran mierda, ya lo sé. Desde aquí un enorme abrazo a todos los afectados.
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Antonio Martínez Ron, periodista científico y escritor
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