🚀 Islas insospechadas
En cualquier lugar, y en cualquier momento, siempre hay algo que rodea y algo a punto de ser rodeado.
Buenos días catacrockers:
Hoy es de esos días tontos, perdido entre el puente y el fin de semana, como una isla de rutina en medio de la nada. Así que para encontrar el rumbo, preparad café y dejaos llevar por mí a un extraño y nuevo territorio ☕️
¡Vámonos de excursión entre islas reales e imaginarias!
1. Islas entre la lava
Leyendo el pasado martes a Verónica Pavés en el diario El Día me enteré de que en la erupción de La Palma están quedando algunos parches de terreno sin arrasar por la lava, que en un futuro quizá queden intactos. Y sobre todo de que esas islas que se forman entre las coladas y donde sobrevive la vegetación tienen un nombre en hawaiano. Los habitantes de este archipiélago volcánico del Pacífico las conocen como kīpuka.
Escribe Verónica:
Los estudios realizados en Hawái han demostrado durante años que los kipuka tienen un alto valor ecológico pues mantienen intactos los bosques que se habían formado antes de la erupción. Estos lugares se convierten en un verdadero oasis para las plantas y animales locales que se asienta en ese espacio como si de un refugio se tratara. Pero las kipuka tienen otra característica especial, y es que, al quedar totalmente aislados del exterior, también son capaces de actuar como barrera de protección para las especies nativas.
De esta forma, y de manera accidental, se crea una especie de reserva ecológica que sirve más adelante para recolonizar las tierras cubiertas por la lava y volver a comenzar el proceso.
Buscando información sobre estas islas me encuentro un interesante artículo en el que, además de varias fotos del fenómeno, explican el origen etimológico de la palabra:
El prefijo, "kī-" es un intensificador, y "puka" puede significar un agujero, o emerger o aparecer. La palabra implica un contraste intenso entre lo que rodea el agujero y lo que emerge de él: el cielo asomándose a través de una ruptura en las nubes, un lugar tranquilo en un mar embravecido, una isla de bosque rodeada de lava estéril. Todos estos son kīpuka.
O sea que los kīpuka designan a esos espacios que emergen en lugares donde nadie se lo espera. Como concepto me parece todo un hallazgo, porque llevo años enamorado de otros ejemplos, que os suelto a continuación porque si no, ya lo sabéis, no me quedo a gusto. 😬
2. Islas de biodiversidad
Lo que veis en esta imagen es una de las decenas de iglesias ortodoxas que se mantienen rodeadas de vegetación en Etiopía, donde la protección de estos espacios religiosos ha dado lugar a que estas islas verdes sean el último reducto donde sobreviven retazos de los bosques originales.
Descubrí su existencia gracias a un bonito reportaje de National Geographic publicado hace unos años, en el que se hablaba de la colaboración entre las comunidades religiosas y algunos científicos para conservar y estudiar estas pequeñas islas de biodiversidad en un país azotado por la deforestación.
Cuando las tierras fueron quemadas y utilizadas para sembrar o para la ganadería, estos bosques de las iglesias ortodoxas quedaron como una reliquia intacta del viejo ecosistema. La visión de estas “islas de las iglesias” desde el aire es impactante:
Me quedo con este párrafo del reportaje de NatGeo:
Durante el siglo pasado, casi todos los bosques nativos en la provincia de South Gonder han desaparecido, talados para dar paso a campos de trigo y tierras de pastoreo, iniciativas agrícolas que sustentan a la población en rápido crecimiento de la región. Sin embargo, muchos de los bosques de la iglesia permanecen protegidos por sus administradores religiosos y las comunidades que los rodean. Son pequeños fragmentos de un pasado perdido y el centro de esperanza para la conservación y restauración futura.
3. Islas entre el asfalto
Yo, como buen urbanita, me crié rodeado de la vida que crecía en las intersecciones de la ciudad, admirando la diversidad que podía encontrarse en la mediana de las carreteras o en los espacios ajardinados limitados por las aceras y el asfalto. Estos espacios componen lo que el naturalista Menno Schilthuizen llama “archipiélagos de vegetación” de las ciudades.
En los últimos años algunos investigadores han puesto su atención en estos espacios y han publicado interesantes trabajos como el que se llevó a cabo en 2010 en las medianas de Manhattan, y sobre el que escribí en Fogonazos, por el que se identificó una gran variedad de especies de hormigas y se hallaron nuevas pruebas de esa vida invisible que se abre paso bajo nuestros pies.
En su libro “Darwin viene a la ciudad”, Schilthuizen cita otros ejemplos, como un estudio de las poblaciones de hemípteros en las rotondas de una localidad del Reino Unido que demostró que en estas isletas se cumplen las mismas reglas ecológicas que se han observado en las islas, donde la cantidad de especies se duplica cuando el tamaño del territorio se multiplica por diez. “Estas isletas viarias que aparecen en mitad de los océanos de asfalto sigue al pie de la letra la teoría de la islas biogeográficas”, escribe, “ya que se demostró que existía una relación perfecta entre el tamaño de la rotonda y el número de especies de hemíperos”. ¿No os flipa?
Por cierto.
Todo esto me trae a la mente un proyecto maravilloso del equipo de artistas madrileños MISO quienes hace unos años crearon un país imaginario entre las carreteras de circunvalación de Madrid al que llamaron Hautôvia.
Cito de la página del proyecto:
El Estado Soberano de Hautôvia está ubicado en una “isla” entre la Radial 2, la M40 y el PAU de Valdebebas, un territorio de casi 80.000m2 inaccesible y completamente deshabitado que no tiene ningún uso en este momento.
Lo mejor es que crearon sus propios pasaportes, matrículas, etc. Echad un ojo a su web y al vídeo, porque es una marcianada maravillosa, muy relacionada con el concepto de islas insospechadas que os traigo hoy.
4. Islas del conocimiento
Una última chiribita y os dejo, lo prometo.
El concepto de isla puede aplicarse no solo a la geografía, sino también a nosotros mismos y a lo que conocemos respecto a la realidad. En 1830, un periodista irlandés llamado Edward Quin publicó un Atlas Histórico en el que mezclaba ambas premisas y realizaba un recorrido por la historia del desconocimiento humano, dibujando mapas de lo que se conocía en cada época de la geografía del planeta y cubriendo el resto de una espesa niebla.
Para que lo entendáis mejor, este es uno de los primeros mapas del atlas, el mundo en el momento de la fundación de Roma, en el 753 a.C.:
Y este es el mapa de la época de Calomagno, allá por el 814:
Y este otro es el mapa correspondiente el momento del descubrimiento de América:
Hasta ese preciso instante, la humanidad (en este caso la humanidad occidental, entiéndase) vivía en su pequeña isla, rodeada de un océano de ignorancia sobre su entorno. Y lo cierto es que hemos llegado más lejos, hemos ampliado la isla, pero el mar oscuro de lo desconocido que nos rodea sigue siendo igualmente inmenso.
Para más info y mapas del Atlas Histórico de Edward Quin, os recomiendo leer: Clouds of Unknowing: Edward Quin’s Historical Atlas (1830) (The Public Domain Review).
Y hasta aquí mis cositas de hoy. Tengo muchas más historias de islas, pero las dejo para otro día. Ojalá os haya animado la mañana.
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Antonio Martínez Ron, periodista científico y escritor
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